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Transformar-nos

Editado por Gety Pavez Vidal
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 Por Liliana Cortés, directora de Fundación Súmate

Un quinto de los jóvenes de nuestro continente indica que lo que aprende en la escuela no sirve para la vida ni para el trabajo.

Es una desafección total con la idea de que la educación y lo que se obtiene en el colegio, permite progresar y salir adelante.

Esa convicción, que la generación de sus padres y abuelos tenía tan arraigada, ya no existía en el imaginario de más de doce millones de chicos y chicas de América Latina y El Caribe, que habían abandonado la escuela, antes de la pandemia.

Hoy, tras la telúrica experiencia que representó el COVID-19, sin duda, ese número de escépticos y desafectados es mucho más alto aquí y en el mundo. Son las consecuencias que aún seguimos descubriendo.

En Chile, más de 227 mil niños, niñas y jóvenes están fuera del sistema escolar.

Ahora, el gobierno ha iniciado el trabajo de reactivación educativa, pero los que están fuera difícilmente creerán en ella si las instituciones educativas siguen siendo iguales.

Por eso es tan interesante todo lo que contiene el estudio “Transformar-nos”, desarrollado por Unesco, con la participación de Fundación Súmate. Se trata de la entrega del “Marco para la transformación educativa basado en el aprendizaje socioemocional en América Latina y el Caribe”.

Les adelanto algo de este interesante texto: “Programas innovadores a nivel escolar sobre consumo de tabaco y comida chatarra sustituyeron las charlas sobre sus daños y consecuencias por campañas que mostraron que detrás de la producción del tabaco y de la comida chatarra están los grandes poderes corporativos y las injusticias que sufrían trabajadores y trabajadoras en la producción. Después de cuatro años de implementación, la campaña evitó que 450 mil jóvenes consumieran tabaco y miles de otros se comprometieran con hábitos de vida más saludables”.

La moraleja en éste y en varios otros casos –sobre prevención del embarazo juvenil y de la violencia escolar–, es que lo que da resultados, porque hace sentido, no son los mensajes dirigidos a la inhibición de sensaciones y emociones. Los que resultan atractivos, convincentes y efectivos se centran en “identificar las formas de motivar a la juventud en términos de valores, lenguajes y códigos que les interesan, ofreciéndoles una ruta donde puedan sentir respeto por las personas adultas y sus pares más cercanos”.

Quienes hoy con razón están preocupados de la seguridad, del combate contra el crimen organizado, del narco y la violencia, deben aquilatar la importancia de una educación que haga sentido, sea comprensiva, empática y sobre todo útil. Tan útil, que se convierta de manera virtuosa en un factor de prevención contra la violencia, la tentadora plata fácil que ofrece el narco y en el más sólido y permanente escudo protector de nuestros niños y jóvenes.

 

 

 

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