Por Óscar Gutiérrez, Divulgador de Tecnología e IA.
La inteligencia artificial (IA) está en el centro del debate tecnológico actual, con aplicaciones que van desde chatbots, hasta análisis predictivo y automatización. Sin embargo, la proliferación de herramientas etiquetadas como “IA” plantea una pregunta esencial: ¿qué podemos considerar realmente como inteligencia artificial? Este cuestionamiento divide opiniones, tanto técnicas como prácticas, entre quienes desarrollan y quienes utilizan estas soluciones.
Cuando pensamos en IA en su esencia más pura, nos referimos a desarrollos creados desde cero. Esto implica diseñar modelos matemáticos y estadísticos avanzados, que permiten a una máquina aprender, razonar y tomar decisiones. Ejemplos destacados son los modelos de lenguaje, como los LLM (Large Language Models), resultado de años de investigación, análisis de datos masivos y un entrenamiento complejo en infraestructura de alto costo. Estos modelos representan para muchos la verdadera inteligencia artificial: crear sistemas que simulan la inteligencia desde sus fundamentos.
Por otro lado, no todos los desarrollos de IA requieren construir desde cero. Muchas aplicaciones actuales utilizan modelos preexistentes, como los creados por OpenAI o Google, integrándolos en soluciones específicas. Este enfoque, conocido como orquestación de IA, utiliza estas capacidades avanzadas para resolver problemas concretos y crear nuevas experiencias.
Ejemplos de orquestación incluyen chatbots empresariales que aprovechan LLM para responder preguntas, plataformas que personalizan contenido a partir de datos existentes o aplicaciones que combinan visión artificial y procesamiento de lenguaje natural. Los defensores de este enfoque argumentan que estas integraciones democratizan la IA, permitiendo que más empresas y usuarios accedan a sus beneficios sin los costos asociados al desarrollo de modelos desde cero.
¿Es IA o no lo es? La dicotomía de opiniones
Esta distinción entre desarrollar modelos desde cero e integrarlos, ha generado un debate:
Quienes no consideran la integración como IA, sostienen que estas soluciones no son creaciones de inteligencia artificial propiamente dichas, ya que dependen completamente de modelos preexistentes. Desde esta perspectiva, la verdadera IA radica en la investigación y desarrollo original.
Quienes defienden la integración como IA, afirman que lo importante no es cómo se desarrolla, sino cómo se utiliza. Integrar y orquestar IA requiere creatividad y habilidades avanzadas para aplicar modelos existentes a problemas específicos y crear valor.
Ambos enfoques tienen argumentos válidos, reflejando una visión purista frente a una práctica y orientada a resultados.
El impacto del debate en la sociedad
El debate tiene implicaciones profundas para cómo la sociedad entiende y regula esta tecnología. En un mundo donde “IA” es un término de moda, diferenciar entre innovación fundamental e innovación aplicada es crucial. Un paralelo útil es el caso del láser: aunque su desarrollo científico se basa en principios de mecánica cuántica, las aplicaciones como la cirugía láser o el corte industrial también llevan su nombre, reconociendo su contribución al progreso.
La IA como herramienta multifacética
La inteligencia artificial no es un concepto único, sino una tecnología con múltiples facetas. Tanto los desarrollos desde cero como las integraciones avanzadas contribuyen a transformar el mundo a un ritmo sin precedentes.
En lugar de preguntarnos si algo es “realmente IA”, deberíamos centrarnos en el valor que aporta. Lo esencial no es sólo cómo se crean las soluciones, sino cómo mejoran vidas, resuelven problemas y amplían nuestras capacidades. En esta diversidad de enfoques y aplicaciones radica la verdadera fortaleza de la inteligencia artificial.