Vejez invisible: Hogar de Cristo y su lucha contra la soledad de los mayores

Editado por Gety Pavez Vidal
0 comentarios

  En Rancagua, Coltauco y Pichilemu, la institución llega a las casas de las personas mayores  para entregar compañía y atención psicosocial, una labor que se enfrenta a las barreras geográficas y la creciente dependencia de la población. “El envejecimiento va a ir más rápido que nuestra capacidad de respuesta”, advierte Montserrat Duarte, jefa de operación social territorial.

 

Por Vicente Vásquez Feres

 

“Trabajé 15 años con personas en situación de calle y pensé que no había nada más duro. Pero al menos se ven, a diferencia de un adulto mayor que está encerrado en su casa”.

 

Montserrat Duarte, jefa de operación social territorial de Hogar de Cristo en la Región de O’Higgins, se emociona al hablar de la cruda realidad que viven las personas mayores en Chile. En especial, en la zona donde donde se desarrolla el Programa de Atención Domiciliaria para Adultos Mayores (PADAM) en tres comunas: Rancagua, Coltauco y Pichilemu.

 

Este trabajo psicosocial que acompaña a 90 personas mayores, es parte de un cambio de mirada. “Tuvimos dos residencias enormes para 60 personas y una pequeña para 18. La última se cerró hace 6 años, con la certeza de que podíamos intervenir en el territorio. Hoy, el foco es que las personas mayores se mantengan en sus casas y con sus vínculos el mayor tiempo posible. Debemos evitar el ingreso a programas residenciales, sabemos que no es lo mejor”, agrega Duarte.

 

Según el Registro Social de Hogares y el Instituto Nacional de Estadística, en Rancagua viven casi 40 mil personas mayores y el 14% de ellas tiene algún grado de dependencia. Duarte, quien lleva 27 años trabajando en la institución, cree que “el impacto de las personas atendidas en relación a la población es muy frustrante”.

 

80 AÑOS DE LUCHA

 

La historia de Hogar de Cristo en O’Higgins comenzó en marzo de 1988 –cuatro décadas después de su fundación hace 80 años– con la búsqueda de socios y financiamiento. En octubre de aquel año se concretó su primera obra: el Hogar de Niñas Padre Alberto Hurtado, ubicado en el barrio de Gultro. Allí, en la ribera sur del río Cachapoal, se atendía a niñas entre 4 y 8 años en situación de abandono y riesgo social.

 

Actualmente, cuando la institución cumple su aniversario número 80, la región cuenta con 12 programas que benefician directamente a 650 personas a diario en 7 comunas: Graneros, Rancagua, Rengo, San Fernando, Santa Cruz, Pichilemu y Coltauco. Además de los ya mencionados PADAM, la cobertura se traduce en seis jardines infantiles y salas cuna, dos hospederías y una residencia para personas en situación de calle.

 

UN PROBLEMA MAYOR

 

Valentina Acosta lleva 10 años trabajando en el PADAM de Coltauco, que nació en noviembre de 2009, tras el cierre de una residencia para personas mayores. Una decisión difícil, pero que mantenía el compromiso de Hogar de Cristo, expresado en la creación del PADAM de Pichilemu un año antes. En estas comunas, donde su población bordea los 20 mil habitantes, la dispersión geográfica es un gran obstáculo.

 

“Tenemos muchas personas que viven en sectores rurales, como Purén, donde hay una micro que pasa una vez en la mañana y otra en la tarde. No hay acceso a los principales servicios, todo está en el centro: Centro de Salud Familiar, Registro Civil y el banco”, describe Acosta. Montserrat Duarte explica que en el invierno los beneficiarios de estos PADAM se aíslan por completo. “Si llueve toda la semana en Pichilemu no se puede entrar ni con una camioneta 4×4 para entregar los kits”.

 

El trabajo de Acosta radica en orientar, acompañar y generar vínculos territoriales. Al ser ‘más visibles’ en un lugar más pequeño, sus redes con vecinos e instituciones son clave para resolver problemas que se sufren, generalmente, en completo abandono. “Llegamos donde nadie está y llamamos a todo el mundo cuando pasa algo grave”, dice.

 

Valentina asegura que en la última década, sin duda, la población de Coltauco ha envejecido. “Nos encontramos con adultos mayores solos –o al cuidado de otro adulto mayor–, excluidos, en piezas sin condiciones mínimas. Hay días que comen y otros no. Están enfermos, sin atención médica, con brecha digital y sin poder viajar en locomoción porque no les alcanza la pensión. Algunos prácticamente viven en situación de calle, sin luz ni agua, y salen a pedir alimento”.

 

El PADAM de Rancagua, por contexto y objetivos, es distinto. Tal como en Arica, Talagante y Valparaíso, se ejecuta el Programa de Cuidados Domiciliarios en convenio con Senama, donde el servicio implica un apoyo de 6 horas semanales en lo que se necesite: preparar el almuerzo, doblar ropa o hacer actividades cognitivas de rehabilitación física.

 

Su ‘encierro’ tiene que ver con la inseguridad de los barrios, más que con problemas de habitabilidad. “Este programa entrega herramientas que les permite no deteriorarse e incluso mejorarse”, dice Duarte, recordando el impactante caso de una mujer que no había salido de su casa en 27 años, hasta la intervención del PADAM.

 

CARRERA CONTRA EL TIEMPO

 

El panorama de las personas mayores es desolador. A nivel nacional, el Programa de Cuidados Domiciliarios de Senama atiende a un 2,9% de las personas con dependencia en sus distintos grados. En tanto, los cálculos del INE muestran que en 2050 un tercio de los chilenos tendrá más de 60 años. La solución que han traído los PADAM es un futuro con más solidaridad y menos abandono.

 

Valentina Acosta está segura que están en el sendero correcto. “Funciona porque hay resultados. Aunque sea un programa preventivo, ayudamos a resolver los casos”. Ante todas las dificultades de la zona, en Coltauco piensan hacer un Club de Adulto Mayor que reúna a los egresados del programa y así se mantengan los nexos.

 

Montserrat Duarte ve con esperanza la creación del Centro Diurno de Atención Integral para personas mayores en Rancagua, inaugurado a fines de 2023 por el municipio. “Ojalá pudiéramos estar con nuestros PADAM en todas las comunas donde haya altos índices de personas mayores. Son programas livianos, de un costo bastante menor (que una residencia), que no requieren de gran infraestructura”. De todas formas, sabe que el tiempo corre. “El envejecimiento va a ir más rápido que nuestra capacidad de respuesta”, concluye.

Deja un comentario