Vacunarse es más seguro que infectarse
Las vacunas contra la COVID-19 enseñan a nuestro sistema inmunitario a reconocer el SARS-CoV-2 que causa esta enfermedad y a generar anticuerpos para combatirlo sin enfermar. Tras la vacunación, el cuerpo está preparado para luchar contra el virus y prevenir la aparición de síntomas.
La mayoría de las personas infectadas por el SARS-CoV-2 presentan una respuesta inmunitaria en las primeras semanas, pero todavía se está estudiando la magnitud y la duración de dicha respuesta y su variación entre personas.
Las personas que hayan sido infectadas por este virus también deben vacunarse, salvo que su médico lo desaconseje. Incluso en caso de infección previa, la vacuna estimula y refuerza la respuesta inmunitaria. Además, se han dado casos de una segunda infección por el SARS-CoV-2, lo cual hace que vacunarse sea todavía más importante.
Las personas más indicadas para, llegado el caso, desaconsejar esta vacunación son los profesionales de la salud. La vacuna la administra siempre un trabajador de la salud y es posible que se pida a la persona vacunada que espere durante 15 o 30 minutos antes de irse para mantenerla bajo observación y para que los trabajadores de la salud puedan actuar ante cualquier reacción inesperada.
Como ocurre con cualquier otra vacuna, las que inmunizan contra la COVID-19 pueden causar efectos secundarios leves, por ejemplo, febrícula o dolor y enrojecimiento en el lugar de inyección. Estos síntomas suelen desaparecer a los pocos días. En los materiales explicativos sobre la inocuidad de las vacunas contra la COVID-19 y las preguntas y respuestas sobre la seguridad de las vacunas se ofrece más información sobre los efectos secundarios habituales y se explica cuándo se debe consultar a un médico antes de vacunarse.
Para la mayoría de las vacunas contra la COVID-19 es necesario administrar dos dosis. Si este es el caso, no debe olvidarse que es importante administrar la segunda dosis.
La primera de estas dosis sirve para exponer a nuestro sistema inmunitario al antígeno —es decir, la proteína que da lugar a la producción de anticuerpos—; esta primovacunación estimula la respuesta inmunitaria. En cuanto a la segunda dosis, actúa potenciando la respuesta inmunitaria para que el organismo recuerde cómo luchar contra el virus si este entra de nuevo en el organismo.
Debido a la necesidad urgente de obtener vacunas contra esta enfermedad, en los primeros ensayos clínicos de vacunas candidatas se acortaron en lo posible los intervalos entre dosis. Por esta razón, la OMS recomienda separar ambas dosis por un intervalo de 21 a 28 días (es decir, de 3 a 4 semanas). En función de la vacuna, este intervalo se puede ampliar a 42 días o, incluso, hasta 12 semanas para algunas vacunas, de acuerdo con los datos disponibles.
Hay muchas vacunas contra la COVID-19 que están siendo desarrolladas y fabricadas por empresas de todo el mundo. La OMS recomienda que, cuando se deban aplicar dos dosis, ambas sean de la misma vacuna, si bien esta recomendación podría variar en el caso de que se disponga de nueva información.
Protección contra la infección y la transmisión tras la vacunación
De acuerdo con los resultados de los ensayos clínicos realizados, las vacunas contra la COVID-19 son inocuas y evitan con gran eficacia la aparición de síntomas graves. Los investigadores están estudiando la evolución de esta enfermedad para determinar durante cuánto tiempo quedan protegidas las personas vacunadas y si pueden transmitir el virus a otras personas. Conforme vaya aumentando el número de población vacunada, la OMS continuará haciendo un seguimiento de los datos, en colaboración con las autoridades reguladoras.