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El Museo del Niño Rural fue creado por el profesor Carlos Leyton Labarca, el único docente de la Escuela Básica Los Ciruelos, ubicada a 18 km al sureste de Pichilemu, se propuso hace 30 años un gran desafío: construir un museo para niños de zonas rurales que no tenían acceso a la cultura. Impulsado por ese anhelo, comenzó a recorrer distintos lugares de la zona en busca de piezas arqueológicas y objetos antiguos.
Con la ayuda de distintas generaciones de alumnos de la Escuela de Ciruelos, localidad de Pichilemu y sus apoderados, el profesor logró conseguir distintos artículos de valor. Los años pasaron, y la sala de clases no dio abasto para acoger todo el material reunido. Fue así como en 1998, con recursos obtenidos a través de un proyecto Fondart, se edificó en un sector de la escuela el Museo del Niño Rural.
El inmueble fue construido de adobe y tejas, para mantener el estilo de las antiguas casas campesinas de la zona. Hoy forma parte del programa “Estructuración de Productos Turísticos”, del Servicio Nacional de Turismo (Sernatur), y se ha consolidado como un importante atractivo del circuito rural de la Región de O’Higgins.
Exhibición
En una de sus cuatro salas se exhiben distintas vestimentas, libros y un cáliz de plata del primer cardenal chileno de la Iglesia Católica, José María Caro, quien nació en Pichilemu y cursó su educación básica en la escuela Los Ciruelos. También se dedicó un salón para mostrar especies arqueológicas, como puntas de flechas que tienen más de 4 mil años de antigüedad, encontradas por los niños en el sector. Junto a este material hay una muestra de piedras Katancura, horadadas por los indígenas que habitaron la región, fósiles de moluscos de la zona, animales invertebrados que han sido conservados desde hace 15 años, además de zorros, coipos y aves embalsamadas por el profesor Leyton y sus estudiantes, durante la asignatura de Ciencias Naturales.
En otra sala se exhibe una muestra de siete especies de tortugas y algunos peces embalsamados, destacando una tortuga Laud, de más de dos metros de longitud, que varó hace 17 años en la playa principal de Pichilemu y que fue rescatada por los pescadores artesanales.
Con el aporte de distintas familias de la región, también se ha podido implementar una sala con artículos coloniales, como herramientas hechas de madera y hierro; herraduras, armas y utensilios domésticos, entre otros. En las afueras del museo destaca un “Caballo de Agua”, de la estación de trenes El Lingue, que suministró líquido a las antiguas locomotoras a carbón del ramal que conectaba San Fernando y Pichilemu.