Hospital Regional apunta a la integración, en el marco del día del orgullo autista

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 Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que uno de cada 100 niños tiene algún trastorno del espectro autista. Por ello que el HRLBO apueste por la integración y comprensión de esta condición en virtud del bienestar de todos.
 
 
- Cada 18 de junio y desde el año 2005 se conmemora el día internacional del orgullo autista, fecha que promueve la inclusión de las personas que tienen este trastorno en todo el mundo. La idea es contribuir a su visibilización y aceptación socio-laboral. En ese contexto, el Hospital Regional del Libertador Bernardo O’Higgins (HRLBO), subraya la necesidad de conocer más sobre esta realidad a objeto de avanzar en pos de una integración real.
 
Para César Droguett, Terapeuta Ocupacional y coordinador del Hospital de día Infanto Juvenil del HRLBO, cuando se habla de autismo o Trastorno del Espectro Autista (TEA), se debe comprender que “se trata de una condición del neurodesarrollo, un trastorno neurobiológico que incide en áreas del cerebro”, agregando que “afecta la comunicación y la interacción social, marcando una conducta, actividad e intereses restringidos”. 
 
Complementando lo anterior, la psicóloga del Hospital de día Infanto Juvenil del establecimiento, Natalia Vargas, añade que “las personas tienden a preguntarse qué desencadena esta condición, por qué pareciera que fuera en aumento y, no es que aumente, el autismo en determinado individuo siempre estuvo y estará en todo su ciclo vital, solo que actualmente se está detectando en etapas tempranas, lo que permite intervenir adecuadamente para integrarlo a la sociedad”.
 
Y ¿Cuándo se detecta?
Para el Terapeuta Ocupacional del Hospital Regional, “el autismo se diagnostica generalmente a los 3 años de edad”, a lo que la psicóloga suma, “cuando la madre o el pediatra que realiza sus controles de salud se da cuenta de la presencia de signos extraños, entre ellos menor contacto visual, indiferencia al ser llamado por su nombre, resistencia a los brazos y caricias, no habla o tiene un desarrollo de lenguaje tardío podría ser esto una detección. Y, aunque cada niño tiene su propio proceso de desarrollo psicomotor, que no tiene por qué ser igual a la cronología que aparece en los libros, si el cuidador o la madre visualizan algo diferente, deben consultar con un especialista para que descarte o inicie terapias multidisciplinarias, donde se le enseñará estrategias a la familia y al niño, para que este último pueda desenvolverse en su entorno y progresar con nuevas habilidades”.
 
Droguett por su parte, enfatiza que “cuando se detecta, se debe considerar un abordaje integral, no focalizar solo en los síntomas, también en el ambiente, proveyendo una educación e intervención psicoeducativa a la propia familia para su buena adaptación y apoyo, para mejorar calidad de vida, habilidades, aptitudes sociales e independencia de quien es autista”.
 
Sobre los grados de autismo
El Terapeuta del hospital resalta que, “el autismo se manifiesta de maneras distintas en cada persona. Los grados en que se clasifica, van de acuerdo al nivel de funcionamiento. El grado uno, por ejemplo, requiere estimulación y apoyo regular, el dos, necesita asistencia o una mayor terapia e intervención psicosocial y el grado tres, de mayor complejidad, implica una intervención más profunda, ya que se observa, por ejemplo, la pérdida de interés en el entorno, no desarrolla lenguaje, ni muestra emociones”.
 
¿De qué forma la comunidad puede aportar a la integración de estas personas? 
Para Vargas, la clave está dada por la tolerancia y la empatía, “en la medida que la comunidad comprenda que no se trata de un niño mañoso, que tiene una condición que hace que perciba de otra forma su entorno, podrá integrarlo a la sociedad. Sucede que llegada una crisis lo está pasando mal, algo del entorno le resulta perturbador, no es un arrebato, debemos por lo tanto ser conscientes de su condición”, a lo que Droguett finaliza, “el llamado es a respetar la neurodiversidad en que ellos se insertan. Validar capacidades diferentes, competencias, valores y dones, no solo frente al TEA, sino en salud mental en general. Potenciar talentos y, evitar estigmatizar o prejuiciar a un autista solo por enfrentarse a un diagnóstico”.